20.01.2017
Surva: el carnaval ancestral búlgaro

Surva: el carnaval ancestral búlgaro

Pernik es una población de 80.000 habitantes situada a 20 kilómetros de Sofía que suele ser objeto de chanzas por su aire industrial, su discutible urbanismo y el supuesto primitivismo de sus habitantes. Enormes fábricas construidas en la época socialista permanecen abandonadas o en un estado deplorable en las afueras de la ciudad y, como en muchos otros lugares de Bulgaria, la economía jamás ha terminado de recuperar el pulso tras la caída del régimen anterior. Sin embargo, al mismo tiempo Pernik se ha convertido en la capital de una peculiar tradición, presente en varias zonas de los Balcanes pero con un arraigo especial en Bulgaria, una especie de carnaval que sigue conservando buena parte de su paganismo primigenio: la surva.

Como ocurre con otras tradiciones milenarias, la génesis de la surva (también denominada kukeri, en otras variantes) tiene un fondo enigmático. No obstante, existe cierto consenso en atribuirle un origen tracio, relacionado con las fiestas del dios Dioniso. Según la tradición, entre los meses de enero y marzo, los survakari, ataviados con toscas pieles de oveja, cintas de colores chillones, cencerros y máscaras grotescas, recorren los pueblos casa por casa y realizan una danza para ahuyentar a los malos espíritus y procurarse una buena cosecha, salud y felicidad de cara al año que empieza.

El ritual se completa con la celebración de un simulacro de boda, que culmina con una velada de bailes tradicionales en corro denominados hora. En la versión moderna de la celebración, más cercana al carnaval tal como lo conocemos, además de las figuras universales (brujas, monstruos…) hay quien se disfraza de personajes arquetípicos de la sociedad búlgara, que son satirizados entre el jolgorio popular: el policía de tráfico corrupto, el rústico de pueblo, el pope ortodoxo, la gitana que lee la fortuna, etc.

Hoy en día, la tradición mantiene cierto vigor en el mundo rural –especialmente en Bulgaria occidental– y en algunas ciudades más grandes se han organizado iniciativas para darle nueva vida. Un ejemplo es el certamen de Pernik, que cada año, a mediados de enero, reúne durante tres días a grupos de survakari procedentes de toda Bulgaria y de otros países. Decenas de tótems lanudos recorren el centro urbano saltando de aquí para allá al son hipnótico de las gaitas o la zurna, un instrumento de viento de sonido estridente presente en distintas partes de la Península Balcánica.

En su formación básica, los conjuntos de zurnachi se componen de tres músicos: el glashnik, que toca una sola nota de manera sostenida, aplicando la técnica de la respiración circular; el tapanar, que marca el ritmo con su tambor, y el maistor o solista, que va improvisando sobre esta base. En las calles de Pernik, donde, antes de ser sometidos a la evaluación del jurado, los participantes se mezclan con el público, un buen solista de zurna es capaz de ejercer tal atracción sobre la gente que la multitud lo sigue allá adonde va, como si fuese una versión balcánica del flautista de Hamelín.

 

Fuente: Revista Balcanes

Revista Balcanes